Belén Grosso

“No queríamos mostrar belleza, queríamos mostrar a alguien fuerte, con sus marcas, que puede seguir”

Belén Grosso es fotógrafa y decidió abrir el lente de su cámara para dar a conocer lo que muchas mujeres no se animaban a contar. Ellas fueron sobrevivientes de la violencia de género; sus parejas usaron el fuego como método violento. Afortunadamente, todas sobrevivieron a pesar del dolor y de permanecer en la oscuridad durante mucho tiempo, por miedo a mostrarse y a denunciar los actos. Hoy, después del libro “Y un día el fuego” y el documental “Quemadas” creado por Belén y su colega Sebastián Pani, Karina Abregú, Gina Certoma, Patricia Hernández, Fernanda Serra y Maira Maidana, lograron aceptarse, contar su historia, mostrarse, y ganar fuerza. La idea es que sean cada vez más, las que a partir de este documento, se animen a confiar en ellas mismas para poder salir de ese lugar oscuro.

¿Qué fue lo que disparó tu interés por hacer este trabajo?

Yo siempre trabajé de fotógrafa corporativa, editorial, y a veces hay un espacio vacío en lo laboral, entonces empecé a hacer talleres documentales con fotógrafos, con foco en lo artístico, y después de esa experiencia me di cuenta que quería enfocarme en algo social; uno de los primeros trabajos que hice en el taller de fotografía fue ir a fotografiar a un correccional de menores, en Córdoba. Eran menores que estaban esperando una condena al cumplir los 18 años, y fue todo un desafío porque tenía que hacer fotos pero no se podían mostrar los rostros por la edad que tenían. Con sombras, manos y siluetas, construí el relato. Ese fue uno de los primeros trabajos de este estilo; lo que más me gustó, es que era un lugar inaccesible. Poder conocerlos, charlar, ver qué podía aportarles yo. Es una forma de generar un vínculo con un otro y de conocer mundos o realidades que no son tan habituales en el mundo en que te manejás.

¿Y cómo llegaste a este trabajo relacionado con la violencia de género?

El 3 de junio de 2015 fue la primera marcha de Ni Una Menos y las que la organizaban me llamaron para hacer las fotografías oficiales, para estar en el escenario, porque se iba a leer una petición al Estado, iban a estar los familiares de víctimas de violencia. Fui a hacer las fotos, y fue muy movilizante principalmente ver los rostros de padres de víctimas de violencia, en ese marco donde había tanta bronca contenida, tanto dolor. Estaban los padres de Wanda Tadei, Ángeles Rawson, Marita Verón; cuando terminó la marcha, con un amigo, Sebastián Pani, fotógrafo y también documentalista, se nos ocurrió hacer algo con todo esto, encontrar la forma de contar esta violencia. Usar la herramienta que conocemos, que es la fotografía para dar a conocer estos casos. El punto inicial fue esa marcha, y después de ahí preguntarnos qué era lo que queríamos contar, a quién queríamos fotografiar.

¿A quiénes pensaron convocar en un principio?

En esa primera marcha yo le había hecho fotos a una chica que tenía el rostro visiblemente quemado, Karina Abregú, y pensé “eso hay que mostrar, mujeres que viven con las marcas de la violencia, que tienen que enfrentar a la sociedad a pesar del dolor y de la bronca”. Porque en una mujer golpeada todo es terrible, pero esta marca que deja el victimario es para toda la vida. Y aparte es fuerte lo que connota el fuego; empezamos a investigar que en la edad media ya se quemaba a las mujeres en la hoguera culpándolas de herejes o brujas. El fuego es el extremo del extremo, habla de un sadismo grande.

¿Cuál sentís que fue su objetivo de mostrarlas a través de las imágenes?

A partir de aquella marcha, muchas mujeres, al sentirse acompañadas por un colectivo, se animaron a denunciar, entonces pensamos “hay que darles voz a todas ellas, hay que darles la fuerza para para contar, para que se sientan contenidas”. Entonces resolvimos eso, contar la violencia de género a través de la fotografía, con el fuego como método. Ahora teníamos que buscar a las mujeres que lo habían sufrido. Porque la mayoría de las veces las mujeres que son quemadas mueren.

¿Cómo dieron con esas mujeres?

Cuando nos pusimos a pensar se nos vino enseguida el caso de Wanda Tadei; fuimos a ver a sus papás para que nos cuenten cómo había sido el proceso legal y entender un poco el mecanismo psicológico del femicida. Ellos me contaron sobre otros casos, entonces fuimos a buscarlos. No queríamos lograr algo poético, queríamos que nuestro trabajo interpelara a la sociedad. Que te choque pero que lo puedas seguir mirando igual. No queríamos mostrar belleza, queríamos mostrar a alguien fuerte, con sus marcas, que puede seguir. Buscamos lograr empatía con la persona a la que le hacíamos las fotos. Empezamos con Karina Abregú, ella estaba muy acostumbrada a hablar con los medios así que no fue difícil. Después de una fiesta de año nuevo tuvo una discusión con su pareja y ahí él le tiró alcohol y la quemó, se tiró a la pileta, no sabía nadar, el tipo no la ayudó a salir, salió como pudo y se fue manejando a un hospital. Entró en coma farmacológico y tuvo que sostener que se había quemado sola, porque vivía con él, que le decía que si decía la verdad la iba a matar. Ella tenía una dependencia económica total, trabajaban en el mismo lugar, y él era amigo del dueño del lugar. Sabía que si se iba de su casa se iba a quedar sin trabajo.

¿Y cómo recibieron en general ellas la propuesta? ¿Querían hacerlas?

Con Karina fue fácil porque ella ya tenía vínculo con los medios, para ese entonces su victimario ya estaba preso. Pero sí le daba vergüenza salir a la calle con las marcas, tiempo después de las fotos volvimos a verla y me dijo “a mí ya no me importa, esto es lo que yo soy, no me puedo tapar más, al que no le gusta que no me vea, pero esto es real”.

¿O sea que haberle sacado las fotos las ayudó a aceptarse, a animarse a mostrarse?

En general sí. Nosotros fotografiamos cinco casos, y cada uno es particular. Por ejemplo, fuimos a ver a Patricia Hernández; yo siempre voy con Seba, mi colega fotógrafo, y ella le tenía miedo, no lo podía mirar a los ojos, siempre me hablaba a mí. Hasta que un día hizo un clic y nos dijo “yo quiero contarles lo que me pasó, quiero hablar”. Y nos pareció mejor filmarla que fotografiarla, así que eso fue lo que después devino en el documental, con todos los casos filmados. Con el tiempo y las visitas que hicimos, Patricia se animó a hablarle a Seba también, se desnudó ante nosotros. El año pasado hicimos una muestra sobre este trabajo y las invitamos. Ese día fue mágico porque ellas no se conocían más que por un chat que armamos para que se conozcan y se den fuerza; porque algunas no se animaban a denunciar, entonces por ahí se daban contención mutua, se comunicaban. Logramos un nexo entre ellas, y que se animen a denunciar las que no lo habían hecho. Ese día incluso, todas quisieron ir a la muestra y hablaron en público, contaron sus casos, nunca lo habían hecho. Hay dos que ahora trabajan en defensorías. Ellas nos dicen que a través de la fotografía se aceptaron, de alguna forma fue amigarse con lo que les estaba pasando.

¿Cómo hicieron para lograr esa confianza, ese vínculo con ellas?

Fue un proceso de mucho tiempo, a veces íbamos a verlas, nos quedábamos a comer en la casa y no hacíamos ni una foto. De hecho, Patricia ahora va a parar unos días en mi casa porque la voy a llevar a Tecnópolis con el hijo. Ella tenía ataques de pánico antes, y ahora se siente confiada, logró superarlos. Imaginate, en la muestra había gigantografias, fue en Turma, un espacio que nos dieron porque ganamos un premio y pudimos publicar 300 fanzines con las fotos. Son gratuitos, la idea es que todo el mundo los pueda ver, que circule y vaya a las provincias.

¿Cómo fue ese encuentro entre ellas en la muestra?

Fue emocionante porque nosotros no queríamos exponerlas. Les dimos confianza, les dijimos que era un lugar íntimo, había muchos fotógrafos, colegas, familiares y gente que conocía el trabajo. Después nos fuimos todos a comer, nos quedamos como hasta las 5 de la mañana, fue un momento mágico. Y seguimos hablando un montón con ellas. Una de las chicas me dijo hace poco, “yo ya no soy víctima, soy sobreviviente, ese rótulo ya no me sirve”. Encontrarse las empoderó mucho. Compartían vivencias, y hasta se preguntaban cosas más banales como “¿vos qué cremas usás para las quemaduras?”. Nuestra idea también es ayudar a que otras mujeres sepan que, si les pasa, no es necesario que quede impune, hay abogados que te pueden patrocinar dentro del Estado aunque no tengas dinero también. Toda esa información la sumamos al fanzine. Los diferentes tipos de violencia, los números a donde podés llamar, lugares a los que podés acudir. Nuestro fin es la educación, y que se animen a hablar.

¿Te has enterado qué repercusión tuvo el trabajo?

Sí, fui a dar una charla a un encuentro de fotógrafas, y una de las chicas dijo que el video la movilizó, contó enfrente de muchísimas mujeres: “yo fui una mujer golpeada” y compartió su historia. Me dijo “yo quiero sanar esto y lo quiero hacer a través del recurso que conozco, la fotografía, ¿qué consejo me das?” Yo le dije que se dé tiempo, y que vaya para adelante, que se anime y si podía ayudar a otras, que lo haga también. Porque todas las mujeres, sin ir a este extremo, alguna vez sufrimos algún tipo de violencia. Y cambiar esos cánones en esta cultura tan machista es muy difícil.

¿Qué sentís que aprendiste de todo esto, qué te aportó?

Y a mí, primero me ayudó a aprender a escuchar al otro, y también a calmar ansiedades; porque cuando vas a hacer fotos es todo inmediatez, la imagen dura ese tiempo de transmisión, al otro día es comida por otra. Entonces ese tiempo de reflexión, de estar con el otro, de saber que podía ir, no hacer ninguna foto y sentarme a escuchar de sus vidas me enriqueció. Conectarte con otras realidades, con otras mujeres. También aprendés de ellas, porque uno tiene tantos prejuicios para con uno, y después las ves a ellas y decís, si ellas pueden ¿cómo no voy a poder yo? También me hizo valorar más el trabajo conjunto. No hay nada que no se pueda hacer en colectivo, en sociedad. Las sociedades tienen que marchar hacia la unión colectiva. Las cosas funcionan porque se unen las fuerzas y el amor por lograr un mismo objetivo.