Cecilia Schneider

“Es mejor ayudar que mirar para otro lado y no ver la realidad”

Cecilia Schneider trabaja como nutricionista en la ONG CONIN y, desde el compromiso de cuidar a cada familia en su alimentación, generó un vínculo muy cercano con madres de Villa La Cava. Así inició “Haciendo Hogares”, un grupo de personas que regularmente se acerca a estas para ayudarlas tanto en tareas de construcción, como en decorar con un pequeño detalle. Cecilia sabe que algo pequeño puede cambiar el estilo de vida de una familia. ¡Conocela en esta nota!

Desde tu rol de nutricionista, ¿cómo es el vínculo con las madres de La Cava?

La idea de mi trabajo en CONIN está más que nada enfocada a educar a las madres en la nutrición de sus hijos -desde recién nacidos hasta los cinco años- y de esa manera prevenir la des-o-mal- nutrición. En mi consultorio trabajo con los niños y las madres. Ellas vienen a la ONG y, luego de pasar por el pediatra y una trabajadora social, entran a un programa de nutrición. Ahí se le hacen seguimientos en pediatría y nutrición. Siempre me dio mucha alegría que venga una mamá a contarte que hace nuevas recetas o incursionó en una verdura y los hijos se alimentan bien. Pero también tiene una carga emocional muy fuerte. En los últimos años entraron dos personas que me ayudaron a ver de otra manera mi rol y a vincularme diferente en esa terapia nutricional con las madres. Yo iba mucho más a tientas y gracias a ese empuje empecé a abrir mucho más el vínculo con las madres. Muchas veces era más importante un abrazo que charlar sobre qué habían comido en la semana. Eso me cambió completamente, no sólo la relación con ellas, sino la profundidad de mi profesión.

¿Y cómo nace “Haciendo Hogares”?

Una de las tareas del programa nutricional consiste en visitar las casas y ver cómo van avanzando. Pero desde que sentí esta apertura tanto en mi profesión como en la relación con las madres, todo empezó a funcionar de otra manera. Yo no era “LA nutricionista” sino alguien con quien podían contar. Antes iba a las casas a ver cómo iban con el programa, y de repente me encontré tomando mate con ellas como si fueran amigas. Un día fui a una de las casas con Alma, una de las trabajadoras sociales que más me ayudó a romper con mis propias barreras, y era una casa que tenía un patiecito re lindo pero estaba lleno de escombros. Y ese fue el click. Con Alma nos dimos cuenta que si nosotras íbamos un día a ayudarlas a sacar esos escombros, a esa mamá le quedaba un patio libre en su casa. Quizá para nosotras es un día de trabajo, pero la ayudamos a mejorar el lugar en el que viven. Así fue que empezamos a hablar de esto con las madres, y comenzamos a organizarnos. A los dos meses de charlado esto, nos enteramos que una de las casas se había incenciado y la verdad es que, aunque suene loco, lo tomamos como una señal y un impulso para decidirnos. Entonces, el domingo siguiente fuimos con Alma y algunos amigos para iniciar esto y empezar a ayudar. Fue hermoso porque en esa casa tenían piso de tierra, y todos juntos le hicimos el piso de material. Si bien no podés hacer absolutamente todo, cuando recordás que esa casa tenía piso de tierra, te cambia todo, te hace feliz.

¿Cómo se organizan para ir a los hogares?

Al principio era el primer domingo de cada mes, pero después depende bastante del clima, como también qué haya que hacer en la casa a la que vamos. Ahora lo hacemos cada 15 días para poder trabajar en más casas y avanzar en todo lo que se pueda. Nosotros vamos un domingo desde las diez de la mañana y nos volvemos cerca de las siete de la tarde aproximadamente. Es toda una jornada de trabajo, además del trabajo previo de ir a chequear qué se puede hacer, en qué casa, qué materiales necesitamos. Previamente se hace una lista de lo que necesitamos y lo vamos consiguiendo por medio de donaciones. De a poco se fue aceitando todo y fuimos aprendiendo cuestiones de electricidad, pintura, etc. A veces parece una pavada, pero hay casas que no tienen ventanas y pintarles el interior de blanco les hace más grande el ambiente. Un tacho de basura con tapa por ejemplo, parece minúsculo, pero en una casa donde hay muchos niños chiquitos que andan por el piso, el tacho con tapa es un montón. Todo el tiempo vamos descubriendo grandes y pequeñas cosas para hacer. Un detalle puede cambiar el estilo de vida de una persona, y también incentivarla a seguir cuidando y valorando el lugar donde vive.

De alguna manera se va creando una comunidad solidaria, ¿no?

Totalmente. Además, una de las “condiciones” que tenemos que para que vayamos a una casa para arreglar algo, tenés que haber participado en la ayuda de otras casas antes. La idea es que se genere un grupo de trabajo, que las madres que recibieron ayuda en algún momento, puedan darla también. Está buenísimo ver que entre ellas mismas se van donando cosas que ya no necesitan, se van a cebar mate si otra está haciendo algo de la casa. Es hermoso ver ese vínculo de cooperación que se va generando.

¿Cómo es tu rol de nutricionista después de esta iniciativa?

Creo que cambió positivamente. Antes me daba cierto temor generar algo que no fuera lo suficientemente profesional. Pero ahora es totalmente diferente. Yo abrí mi cabeza y entendí que no puedo quedarme solo en lo nutricional y me extendí a los vínculos. Incluso empecé a hacer otro tipo de preguntas más relacionadas al modo en que se dan esos almuerzos o cenas, cómo comen en la familia, si tienen mesa, plato propio, si comen todos juntos o no. Ahora el vínculo con ellas es otro y ahora me cuentan si no pudieron comer algo que les indiqué, y eso está buenísimo porque me pueden decir la verdad sin sentir que las presiono. De todos modos yo tampoco soy tan extremista, si me dicen que comieron hamburguesas la idea es pensar de qué manera podemos mejorar eso (evitando tomar gaseosa, combinándolo con una verdura). El objetivo es que puedan mejorar su alimentación dentro de sus posibilidades reales. Me parece que es mejor ayudar, que mirar para otro lado y no ver esta realidad.