Muchas veces Delfina Japaz no duerme tranquila, pero siempre está bien despierta. Con sus ojos despiertos, sinceros y generosos se convirtió en diseñadora gráfica, y con los mismos, a sus 34 años, decidió junto a dos amigas dejar de pensar en qué hacer o cómo ayudar a gente que vive en situación de calle, para empezar actuar. Así fue como se acercó a una mujer, madre de doce hijos, que vivía en la esquina de Cabildo y Congreso. Dejó que tanto ella como su familia atravesara sus ojos, su mente y su alma, y así, casi de forma natural, dio todo de sí para ayudarlos e intentar cambiar sus vidas. Su pasión, su esfuerzo y su afán por ayudar a una persona desconocida sin esperar nada a cambio concentran una increíble energía de cambio y del dar, de la que vale la pena contagiarse.
¿Cómo fue que te metiste en el mundo del diseño?
No sé. De chica estudié pintura muchos años, iba al colegio a la mañana y después estudiaba muchas cosas. Y los sábados iba seis horas a un taller de pintura. Toda la vida estudié plástica, como veinte años estudié pintura con uno de los que fueron rectores del Bellas Artes, siempre me gustó todo lo que es plástico. También mi vieja me hacía estudiar baile desde los 4 años. Entonces cuando terminé la secundaria dije qué hago. Seguí un tiempo baile, seguí el CBC de Imagen y Sonido, y un día me lo encuentro a mi profesor de toda la vida y me dice “después de tantos años de plástica tenés que complementarlo con diseño gráfico”. Y bueno, me fui a cambiar sin entender lo que estaba haciendo. Para mí pintar era como hablar, así que fue como una forma de comunicarme. Cuando empecé a dar clases, en el último año de la carrera entendí por dónde iba la carrera.
¿Te interesó más la docencia que laburar para una empresa?
Sí, laburo para empresas también porque hay que comer. Pero mis viejos son docentes, mi mamá es docente y mi viejo fue docente en la facultad de agronomía y en casa no había plata entonces en vez de que se quedara cuidándonos alguien, muchas veces mi mamá me llevaba a tomar clases con ella; daba clases en la Escuela N° 14 de la boca, y muchas de las veces me hacía sentarme a tomar las clases con los pibes. Yo era chica, me creía mil, cuando cumplí once años que estábamos un poco mejor mi vieja me dice “vamos a Cuba”… Playa, Caribe turquesa, agua, pensé; y no, mi mamá me lleva a un viaje que nada que ver, me hizo ir a colegios, hospitales, estuvimos con una persona del grupo que hizo la vacuna de las meningitis. En mi casa siempre se ayudó mucho a la gente, y creo que de alguna manera a mí me entró eso, pero no lo supe hasta que empecé a dar clases, ahí vi que tenía algo que me gustaba, que podía entrar y ser la par de los chicos y salir y ser docente, y a partir de eso le metí mucho a eso. Es mi tercer año en la cátedra Cosgaya.
¿Y cómo surgió lo de empezar a ayudar a esta familia?
Fue como que la situación de ver cada vez más gente en la calle me empezó a poner mal. Se me empezó a armar como una especie de huracán; además, la gente camina y a lo mejor tenés una mamá con nenes en la calle y no le das pelota. Un día dos amigas mías, veo que le ponen me gusta a un grupo que se llamaba “Ayudemos a Magalí”, era una chica que estaba embarazada que vivía en la calle, tenía dos nenes y nos metimos a ayudarla. Y un día Belén, mi amiga, me dice hay una señora que tiene once chicos que estaba en la esquina de mi casa, en Congreso y Cabildo. Yo quería hacer pero no sabía bien como. Y la cuestión es que vi a esta mujer, con varios nenes en la esquina y empezamos a acercarnos y los domingos juntábamos cosas que le daba la gente. Empezamos a llevarla hasta Constitución a las diez de la noche para dejar todo lo que la gente le había dado en su hotel y nos quedábamos hablando con ella.
¿De qué hablaban? ¿qué vínculo se fue generando?
De a poco logramos tener charlas con ellas sobre su situación, y un día le dijimos “¿por qué no buscamos un laburo para que no tengas que ir más a la calle?” La gente para sobrevivir tiene que hacer muchas cosas. Y no tienen las mismas herramientas que nosotros. Y te das cuenta que tienen que hacer ciertas cosas que a vos no se te ocurrirían. Para nosotros no existe la posibilidad de vivir en la calle. Tenemos otras herramientas. Ellos no, y viven con la cuestión de que a veces es mejor estar en la calle que en otros lugares. Un día le planteamos de buscar un trabajo; tiene once chicos, ahora doce, porque está embarazada de nuevo, de diferentes edades. No todos viven con ella, muchos están muy metidos en drogas etcétera, ella vivía con siete u ocho.
¿Sola? Los padres ¿ninguno presente?
No, ninguno. Son dos de uno, dos de otro, igual siempre las mujeres que están en la calle tienen un hombre, la mujer no está nunca sola, el hombre le da protección a cambio de que los nenes pidan o que se les de algo de lo que conseguían entre todos. Hay todo un código que no conocemos, una cultura que no conocemos entre ellos. Finalmente logramos decirle que mientras buscara trabajo nosotras íbamos a hacer un grupo en facebook para conseguirle cosas y llevárselas al hotel, para que no tenga que estar en la calle. Y también hay una puja de lugares, ella no quería irse de este lugar, porque decía que se lo iban a ocupar. La cuestión es que logramos que no vayan más a la calle, y a cambio de eso hicimos el grupo donde pedíamos ayuda a conocidos. La gente empezó a ayudar.
¿Y cómo evolucionó ella gracias a esa ayuda?
Todo venía encaminándose hasta que un día me despierto y veo que tengo muchas llamadas de Belén, una de mis amigas que se metió con esto. Estábamos en la búsqueda de cómo reinsertarla de cero en la sociedad, y me llama Carla y me dice “violaron a una de las nenas en el hotel, Belén está hace muchas horas en la comisaría con el violador y la nena está internada”. Imaginate mi cara. Carla llorando, yo llorando, ¿Qué hacer en una situación que nunca te tocó ni de cerca? Necesita contención psicológica, ¿de dónde la saco? Yo cancelé todo lo que tenía ese día. Fuimos al Hospital Ramos Mejía, donde estaba la nena, de 16 años. El olor, me acuerdo -soy muy sensitiva- los colores, todo muy triste, más la angustia de una nena que estaba hecha miércoles. Y en eso la vemos, estábamos las tres, vemos que viene en silla de ruedas, la tuvieron que coser, un bardo. La madre se desmaya en ese momento, yo la agarro, porque nadie reaccionaba, le levantan la presión, le traen de comer. En los hospitales públicos no tienen nada, no tienen colchones, camas de caño: para una persona que ya está pasando una situación triste estar en un lugar así es peor todavía.
¿Qué pasó con el violador?
Y al violador lo retuvieron un par de horas y después lo soltaron. La nena lo reconoció, dijo el nombre, todo. El expediente del hospital dice “Grado de violación N° 4”, todo. Lo único que recuerdo fue un caos, yo pidiéndole a la asistente social “cámbiamela de hotel”, gente diciéndonos “la basura ya está en el hotel”. De ahí me pasan el dato de la Asamblea de Derechos Permanentes, voy, la abogada no estaba. No teníamos ni tiempo de respirar ni de comer, Carla cuidando a la nena. No las podíamos cambiar de hotel, las querían cambiar a un parador, pero a veces ahí los abandonan y viven en comunidad todos pero sin habitaciones. A la tarde aparece la asistente, “nos llevamos los nenes a nuestras casas” pensábamos, pero eso también era un problema legal, no podés llevarte un nene que no es tuyo. Y justo aparece la asistente y dice “conseguí un hotel acá a unas cuadras, nos aceptan el subsidio y hay que mudar todo”. Seis de la tarde a mudar todo. Carla se queda cuidando a la nena, nosotras subiendo todo, exponiendo nuestras caras, o sea estábamos totalmente expuestas.
¿Te daba miedo eso?
En el momento ni lo pensás, porque ya estás ahí.
Claro, todos los miedos que uno tiene de alguna forma se van.
Sí, otra vez cuando entré al hotel, me pasó lo mismo, el olor, los colores, de a poco entre las dos fuimos llevamos, trajimos, a esa hora en Constitución, dos minas en un auto, no era lo mejor. Tipo 22 terminamos de hacer toda la mudanza; toda una remada de sacar a flote a una familia que venía de una situación de miércoles, que las hermanitas más chiquitas me preguntaban si se iba a curar la hermana. Yo esa noche llegué a mi casa y lo único que hice fue llorar, era tanta la impotencia de no saber qué hacer. Uno no puede hacer lo que no hace el Estado, no podés abarcarlo. Es una realidad muy dura. En ese transcurso de la mudanza el novio de la hija de la más grande me pregunta, ¿vos ganás plata haciendo esto? Yo me quedé dura, me descolocó, y de repente pensé, “bueno supongo que nunca me gustaron las injusticias, y no duermo tranquila sabiendo que hay alguien que la está pasando mal”, por eso al menos poder ayudar a una familia es algo para mí. Y este chico hacía tres meses había salido de la cárcel y me dice “yo te quiero ayudar en cualquier cosa que hagas, porque a vos no te da asco tocarnos”. Y con eso culminé la noche. Después baja la nena mas chiquita y había cocinado para todos. Todas situaciones que no podía creer, estás en shock constante. Yo sé que existe esa realidad desde que soy chica, nadie me la escondió, pero involucrarte a ese nivel te hace repensar todo, tu vida entera, todo.
¿Y cómo siguió todo después de esto?
Y bueno de a poco ahora están en un hotel mejor, con baño privado, la nena volvió, estuvo una semana internada; el marido de la mamá consiguió un laburo así que no pasan hambre, no están en la calle, están en un lugar mejor, más familiar el hotel. Y a la chica cuando volvió la mandaron a un correccional de menores porque en teoría la madre le pegaba y la madre me dice que no es así. La madre lo único que me dijo es, “esto en la calle no me hubiera pasado; yo insistiendo en que tengan un techo y de repente lo tienen y les pasa esto, a mi me mató eso. Y así estamos hoy por hoy, están más estables.
¿La mamá trabaja?
Publicamos en Agenda Amiga y ahí mucha gente empezó a ayudarnos, un pibe le dio trabajo a los dos pero ella tuvo un problema, dicen que en un video se ve que le robó a una compañera y la echaron. El marido sí sigue trabajando. Al principio me enojé mucho, estaba decepcionada y después me di cuenta que no la puedo culpar. Hay ciertas cosas que uno puede hacer para sobrevivir que nosotros no haríamos. Ella me dijo que ella abrió su mochila y no la de la compañera, pero hay un video, yo no lo vi, pero no sé. Es una situación de auto boicot. Son mecanismos lógicos, ellos viven en una realidad y de repente llegan tres minas de la nada y de repente tenés trabajo, cambiaste de vida, tenés un problema y te ayudan, no estás desamparado. Podés comer, tenés ropa. Es lógico que se mande una macana. El marido hizo lo mismo, no robó pero le contestó a su jefe; pero no sabe ni leer ni escribir, le enseña una de las nenas cuando tiene franco. No me extraña que haya desafiado a la autoridad. Porque esa gente antes de conocernos vivía como podía. Son hábitos. Es su lógica de vida, y yo lo entendí después, porque al principio me enojé, me frustré, pero hace seis meses que la ayudo yo; ella hace 40 años que vivía de otra forma.
Y bueno, nosotros mismos con la educación que tenemos muchas veces nos auto boicoteamos. Cambiar es difícil.
Sí, exacto. Es difícil cambiar estructuras con las que creciste. Yo ahora lo puedo analizar y ver desde otro lugar. Nosotras tres somos amigas y nos hemos re cagado a puteadas, era un nivel de tensión muy grande, hoy me encuentro con otra familia y la tengo que ayudar y es otra la manera de ayudar. Era la primera vez que yo me metía tan de lleno en algo así. Hay muchas cosas que son difíciles de manejar; pero seguramente voy a seguir cometiendo errores porque cada familia es diferente. Y hay una cosa de que no todo el mundo quiere salir de eso en que vive. Esta mujer quería ser salvada, pero hay mucha gente que no quiere salir de esa realidad. ¿Qué tiene que ver todo esto que hago con el diseño? No sé. (RISAS)
¿Qué sentiste que aprendiste de haberte metido en todo esto?
Todo. Si bien vengo de un hogar en el que siempre estuvieron presentes estos temas, esta situación modificó mi forma de ver todo. Desde como veo a mis vecinos en la burbuja en la que viven, a lo lejos que estamos de entender lo que realmente pasa con la desigualdad de hoy; eso es muy zarpado. Creo que me modificó todo (se emociona). Hasta en los laburos de diseño que elijo ahora trato de aceptar los que están más relacionados con la comunicación, con la gente o con la salud. Trato de meterme más en los diseños que de alguna forma modifiquen un poco la realidad en la que vivimos. Yo siento que cada uno desde su lugar tiene que hacer algo para modificarla. Me pasa que yo me acuesto y pienso, “tengo cama, tengo casa, tengo un manojo de posibilidades que otros no tienen”. Me pone mal pensar que hay tanta gente que tiene un montón de posibilidades y es incapaz de compartir. Es dar un poco de uno, para que otro esté mejor. Yo simplemente aprendí a mirar, aprendí a observar al lado mío.